La captura del senador entrerriano Edgardo Kueider disparó analogías entre los trámites de la Ley Bases y la Reforma Laboral en tiempos de Fernando de la Rúa.
La captura del senador nacional entrerriano Edgardo Kueider mientras intentaba contrabandear una pequeña fortuna de origen impreciso al Paraguay proyecta inevitables analogías entre su caso y el de los involucrados en las coimas para la sanción de la Reforma Laboral en los albores de la gestión de Fernando de la Rúa.
La oposición conjetura que los más de 200 mil dólares que Kueider trataba de meter en Paraguay junto a 3,9 millones de pesos y 640.000 guaraníes forman parte de un paquete de estímulos libertarios para aprobar la Ley Bases similar a los cinco millones de dólares provenientes de la SIDE que se habrían utilizado en 2000 para sobornar a senadores del peronismo para sacar la Reforma Laboral. Hasta quién promueve la investigación parlamentaria sobre la conducta de Kueider alienta la multiplicación de paralelismos: el diputado Santiago Cafiero, albertista residual, es nieto del legendario Antonio, que denunció las coimas delarruístas ante la Justicia.
Pero hay diferencias no menos ostensibles entre ambos episodios.
Antonio Cafiero disparó después de que el periodista Joaquín Morales Solá sugiriera en su columna dominical del diario La Nación que algunos senadores habían recibido dinero a cambio de su apoyo a la Reforma Laboral, versión que inyectó verosimilitud a la denuncia anterior del camionero Hugo Moyano de que el entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, le había dicho en un encuentro realizado en el gremio de Obras Sanitarias que “para convencer a los senadores tenemos la Banelco”.
El episodio Kueider, en cambio, no requirió “gargantas profundas” que filtraran confidencias. Bastó la imprudencia de un legislador tan cebado en la impunidad que no atinó a considerar la posibilidad de una emboscada aduanera.
Es irónico cómo los odiados “zurdos” se empecinan en prestarle respaldo intelectual a Javier Milei. Para sustentar su “batalla cultural”, el Presidente debe remitirse al antifascista Antonio Gramsci, absuelto de la inquina ya desde que las necesidades estratégicas impusieron el combate contra Lali Espósito. Ahora las indiscreciones de Kueider le vienen a recordar el Dieciocho Brumario de Carlos Marx: la historia se repite primero como tragedia y después como farsa. La biblioteca anarcocapitalista carece al parecer de pensadores con tamaña potencia descriptiva.
De la Banelco a la aduana paraguaya. De los sigilosos movimientos de la casta por la Reforma Laboral en el Watergate criollo de 2000 a las angurrias de sibarita de Kueidel, exilado en una placentera prisión domiciliaria del Paraguay en compañía de su secretaria mientras libertarios y kirchneristas se desentienden de su tenencia.
La obscenidad juega en contra del relato libertario.
Yupanquianamente, al senador Edgardo Kueider le dicen “Asado”: no es de naides y es de todos
Falta el arrepentido
A la historia de la Ley Bases le falta, sin embargo, su Mario Pontaquarto. Fue el secretario parlamentario radical que le confesó en 2003 a la revista TXT haber sido el intermediario de las coimas abonadas con fondos de la SIDE que comandaba Fernando de Santibáñez.
Ya las degradaciones se insinuaban en aquellos tiempos.
Rodolfo Walsh empezó a reconstruir los fusilamientos de José León Juárez y a gestar su emblemática “Operación Masacre” desde la revelación “hay un fusilado que vive”. La periodista de TXT Fernanda Villosio contó que el reportaje a Pontaquarto comenzó a fraguarse con la confesión que le hizo el propio reporteado en un café, hablando de sí mismo en tercera persona: “Yo sé todo porque Pontaquarto fue el que llevó las valijas”.
El arrepentido Pontaquarto fue la pieza que permitió unir los fragmentos narrativos de la Ley Banelco. Según su versión, llevó 5 millones de dólares de fondos de la SIDE a la casa del senador Emilio Cantarero, quien debía repartirlos con otros cuatro senadores del justicialismo. Parte de ese soborno habría sido para el senador radical José Genoud y Flamarique.
En la causa penal fueron imputados y finalmente absueltos en diciembre de 2012, aparte de De la Rúa, De Santibáñez y Flamarique, los senadores Alberto Tell, de Jujuy; Remo Costanzo, de Río Negro; Ricardo Branda, de Formosa, y Augusto Alasino, de Entre Ríos.
A primera vista, el entrerriano Kueider tiene algunos rasgos parecidos a los del porteñísimo Pontaquarto, de quién sus correligionarios decían que era demasiado vulnerable a los padecimientos que infieren las mujeres rápidas y los caballos lerdos.
Pero Kueidel no confiesa y tampoco aparece algún otro Pontaquarto que permita agregar ingredientes a la hipótesis de que la Ley Bases salió coimas mediante.
Kueidel es un converso. Ingresó al Senado en las lista que llevaba la fórmula Alberto Fernández- Cristina Kirchner en 2019, pero abrazó el credo libertario tras el triunfo de Milei, cual Pablo de Tarso el cristianismo en el Camino de Damasco. Milei se lo tira por la cabeza a CFK, pero CFK retruca que el voto del entrerriano fue determinante para que saliera la Ley Bases, en contra de la posición que sostuvo del kirchnerismo.
Aparte de semejante obviedad, los libretistas libertarios operan por saturación en las redes sociales para tratar de disimular el blindaje que montan en torno al entrerriano. A la exoneración del Senado que instigan los kirchneristas, contrapusieron la de expulsar a todos los que tengan causas penales. Un esfuerzo narrativo tan grande como curioso para cuidarle el cuero a un cristinista.
Libertario o kirchnerista confundido, la cuestión es que Milei prefiere que Kueider siga en su exilio paraguayo y apuesta a que la polémica se diluya. No vaya a ser que se arrepienta y se resfríe, o que sea cierto que su captura es parte de una operación del despechado Mauricio Macri.
La denuncia por las coimas de la Reforma Laboral le valió al viejo Cafiero un mote que fue popularizado por Jorge Asís: Antonio Tormo, “el cantor de las cosas nuestras”.
Yupanquianamente, a Kueider le dicen “Asado”: no es de naides y es de todos.