Milei agotó el compendio de la estupidez política al enemistarse con todos los actores proclives a facilitarle la gobernabilidad.
Esparo: Maniobra del ayudante del punguista para facilitar la sustracción, interceptando la vista de la víctima levantando el brazo a la altura de la cara de la misma; en general todo lo que sirve para facilitar la punga (como un diario, un sombrero, el brazo, el saco) ocultando la mano del operador // Hacer pantalla o colocarse de modo que no se note lo que ocurre// Profesional del delito que en ciertos hurtos o robos tiene por misión interponerse entre la futura víctima y sus compañeros de mala vida, con objeto de que estos puedan «operar» con más comodidad y sin que el interesado se dé cuenta; ayudante del ladrón carterista o del auxiliar o grupo que se lleva lo robado, o que atrae la atención sobre sí para facilitar la huída de sus cómplices.
Tras el zafarrancho de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados, Javier Milei dinamitó los puentes que sus operadores habían empezado a tender y afianzar con la llamada oposición dialoguista y los gobernadores dispuestos a atenuarle los inconvenientes que, ya desde su triunfo en las primarias de agosto, asomaban como desafíos para la estabilidad de su gestión: anemia de la representación libertaria en el Congreso, hiperfragmentación institucional por crisis de liderazgos, capilaridad territorial prácticamente nula fuera del área metropolitana.
Es sintomático que en el cierre de las tratativas legislativas irrumpiera como “estratega estrella” Santiago Caputo, un milenial especialista en comunicación en el ecosistema virtual al que el Presidente, en su discurso de asunción, mencionó como arquitecto de la victoria a las órdenes de su hermana Karina, “la jefa”.
Que Santiago Caputo sacrificara la necesidad de generar consistencia política a la espectacularidad escenográfica de obtener un triunfo parlamentario al mismo tiempo que el paro de la CGT es lógico: los indicios de que el Presidente y su círculo íntimo viven enajenados en las redes sociales y suponen que la gestión de gobierno es asimilable al “cosplay” vienen sucediéndose desde hace rato.
Para sacar dictamen de mayoría antes de la movilización cegetista, Milei habilitó un consenso que lo condena a la impotencia.
De los 55 diputados que lo suscribieron, 35 –el 62%- lo hicieron en disidencia. Este respaldo con reservas estribó principalmente en la delegación de facultades a la Casa Rosada para aumentar las retenciones a las exportaciones de las economías regionales. Según el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo, este dispositivo es indispensable para alcanzar a fin de año el “déficit 0”, dogma del que nadie puede apartarse, siquiera matizadamente, sin caer en herejía y ponerse a tiro de las campañas de linchamiento mediático que el propio Presidente acaudilla por sus redes sociales.
Pero el dictamen de mayoría no le sirve a Milei para nada, porque carece del número necesario para que el Parlamento lo autorice a incrementar retenciones sin freno. De ahí que, después de la firma, las lumbreras libertarias se dedicaran a confeccionar un dictamen “blue”: despacho trucho, distinto al oficial, que pretenden hacer valer con los 55 votos del aberrante acuerdo primigenio.
Mauricio Macri consolida sus vínculos con la vicepresidenta Victoria Villarruel, exonerada del esquema presidencial. El peronismo tantea el piso para tratar de pasar a la ofensiva
Ante las evidencias del fracaso, “Toto” Caputo no tuvo mejor idea que amenazar a los gobernadores por su cuenta de X: “Hoy mantuve reunión con el secretario de Hacienda y la subsecretaria de Provincias para delinear todas las partidas provinciales que se recortarán inmediatamente si alguno de los artículos económicos es rechazado. No es una amenaza, es la confirmación que vamos a cumplir con el mandato que nos han dado la mayoría de los argentinos de equilibrar las cuentas fiscales para terminar con décadas de inflación y flagelo económico”.
Esta advertencia fue repudiada por Miguel Pichetto y Rodrigo De Loredo, presidentes de los bloques Hacemos Coalición Federal y UCR, hospitalarios a las negociaciones con la Casa Rosada, que tienen en sus manos la clave para que el oficialismo alcance quórum en la Cámara baja.
Los gobernadores de Juntos por el Cambio y el cordobés Martín Llaryora también entraron en pie de guerra.
Para completar la faena, Milei se involucró personalmente en la reyerta. En reunión de gabinete inmediatamente posterior al bochorno parlamentario, advirtió que dejará a los gobernadores insumisos “sin un peso”. “Los voy a fundir a todos”, auguró, con templanza característica.
Además, ordenó crear una Fiscalía para investigar la corrupción de funcionarios públicos” y “recuperar todos los bienes que sean producto del delito”. Este organismo no solo investigará a funcionarios nacionales sino «también gobernadores, funcionarios provinciales y del Poder Legislativo».
En menos de 48 horas, el Presidente agotó el compendio de la estupidez política al enemistarse con todos los actores proclives a darle gobernabilidad. Torpedeó el grupo que podía darle algún sustento en el Congreso y a los gobernadores que podían proporcionarle la inserción territorial de la que carece.
A tres semanas de su asunción, endereza con entusiasmo patológico hacia las turbulencias generadas por él mismo. Acelera el Titanic hacia el iceberg como si buscara el naufragio.
Mauricio Macri consolida mientras tanto sus vínculos con la vicepresidenta Victoria Villarruel, exonerada del esquema presidencial. El peronismo tantea el piso para tratar de pasar a la ofensiva.
Conviene considerar otros elementos que las bizarras bullas pergeñadas por Santiago Caputo disimularn. Milei y su cohorte de fundamentalistas podrían estar cumpliendo funciones de “esparo”.
La Coalición Cívica le recordó a “Toto” Caputo que las medidas restrictivas del gasto que propone no incluyen la revisión del sistema de promoción industrial de Tierra del Fuego, régimen para el ensamblaje de teléfonos y computadoras que tiene entre sus principales beneficiarios a su primo, Nicolás “Nicky” Caputo, amigo del alma de Macri.
El año pasado, el pergeño fueguino tuvo un costo fiscal superior a los mil millones de dólares. A través de él, los empresarios promocionados reciben teléfonos celulares y ordenadores en Uruguay, los desarman, introducen las partes sin costo en la Argentina, los vuelven a armar en Tierra del Fuego y los comercializan como si fueran de fabricación nacional a precios superiores a los de Estados Unidos y Europa. El sistema de facilidades se complementa con altas tasas de importación para productos informáticos. La Argentina ha sido convertido en un mercado cautivo para estos simpáticos personajes.
Eslabónese este detalle con otras revolucionarias iniciativas como las privatizaciones a mansalva, la pretensión de entregar tierras a extranjeros sin límites, la promoción de “grandes inversiones” sin intervención de las provincias, la fascinación por los Elon Musk de este mundo y su interés en el litio y los recursos naturales.
Detrás de los imbéciles, operan los punguistas.