En paralelo a las polémicas opiniones del presidente Fernández sobre el FMI y los Estados Unidos, el jefe de Gabinete Juan Manzur exhibe su buena predisposición con Washington.
Cuando Máximo Kirchner rompió la siempre precaria tregua oficialista con su renuncia a conducir el bloque de diputados del Frente de Todos en el proceso legislativo del acuerdo con el FMI, el Jefe de Gabinete Juan Manzur ya venía en eclipse.
Ingratitudes de la política. El Gobernador de Tucumán había sido incorporado al gabinete para reemplazar a Santiago Cafiero en los reacomodamientos posteriores a la derrota de las primarias, inducidos por las renuncias ultarkirchneristas y la clásica epístola admonitoria de Cristina, que lo sugirió.
Fueron necesarias negociaciones al más alto nivel para reducir al mínimo las posibilidades de que su vicegobernador, Osvaldo Jaldo, aprovechara su ausencia para mejicanearle el poder tucumano, pero la idea de que se trataba del hombre indicado para recuperar terreno en las urnas era prácticamente unánime. Portaba experiencia de gestión, que incluía el paso por el Ministerio de Salud en la Presidencia de Cristina Kirchner. También, conocimiento del territorio bonaerense ganado como secretario de Salud en la intendencia de Alberto Balestrini en La Matanza, contactos y consenso entre sindicalistas y gobernadores.
La oposición, por su parte, recordó las polémicas alternativas de la elección por la que había logrado su segundo mandato en 2015, que debieron celebrarse dos veces debido a las sospechas de fraude. Para Juntos por el Cambio, entonado por el triunfo, Manzur desembarcaba en la Casar Rosada para proyectar los mismos métodos a nivel nacional.
La intensidad de la agenda que empezó a desplegar apenas asumió no tardó en generar recelos en el serpentario oficialista. Las conjeturas sobre sus aspiraciones presidenciales se sintetizaron en un hipotético proyecto “Juan XXII”, que impregnó la interpretación de todas sus acciones.
Superado el bordo del medio término con una remontada en provincia de Buenos Aires que la Casa Rosada axhibió como un triunfo, se activaron los engranajes para ponerlo en caja. Guerra fría en los despachos y restricciones a su protagonismo después de que Alberto Fernández consideró conveniente resolver las candidaturas de 2023 con una gran interna peronista y admitió sus intenciones de ser reelecto, apalancado por su entorno y referentes como la diputada nacional Victoria Tolosa Paz.
La intensidad de la actividad que Manzur comenzó a desplegar apenas asumió como jefe de gabinete no tardó en generar recelos en el serpentario oficialista. Las conjeturas sobre sus aspiraciones presidenciales se sintetizaron en un hipotético proyecto “Juan XXII”, que impregnó la interpretación de todas sus acciones.
El tucumano se replegó. Hay versiones de que espera el momento oportuno para retomar el mando en Tucumán, donde el Frente de Todos ganó por una luz muy estrecha y Jaldo maniobra para desplazarlo.
Se esmera mientras tanto por exhibir sus buenas relaciones con los Estados Unidos.
Pocas horas después de que Fernández cometiera en el Kremlin la “gaffe” diplomática de criticar al FMI en su entrevista con el premier Valdimir Putin y ofreciera a la Argentina como “puerta de entrada” de Rusia a Latinoamérica, Manzur, se reunió con el embajador de los Estados Unidos, Mark Stanley, en la embajada argentina de ese país.
Con Fernández ya en Barbados, visitó Tucumán y Santiago del Estero en compañía del embajador argentino en los Estados Unidos, Jorge Argüello, en el marco del programa “Agenda Federal de la Embajada Argentina en Washington”. En reuniones con los gobernadores Jaldo y Gerardo Zamora, exploró posibles inversiones estadounidenses y exportaciones de productos de esas provincias.
Quizás Manzur deje la Jefatura de Gabinete, cumplida ya su misión electoral y sin mucho más provecho por sacar del cargo. Por lo incierto del escenario, tal vez estima que es más conveniente para su proyecto Juan XXIII blindarse en su provincia y tomar distancia de Alberto Fernández. Como el kirchnerismo antiimperialista después del acuerdo con el FMI, aunque él sea amigo de los americanos.
Los movimientos en la familia peronista se leen cada vez más en clave fraticida.