La argamasa de la interna

En el festejo de la derrota, Alberto Fernández propuso simultáneamente un límite al poder del kirchnerismo y un dispositivo para gestionar el litigio intestino que el peronismo utilizó una sola vez en toda su historia.

Las chanzas y críticas son un atajo para eludir el análisis de los objetivos que tuvo el festejo de la derrota en el Frente de Todos. No se trató de otro arranque de alienación, sino de una ofensiva política, decidida menos en base a los resultados de la elección que a la necesidad de detener y tratar de revertir la descomposición de la alianza oficialista.

El proceso se aceleró después de las primarias, con las renuncias kirchneristas al gabinete nacional y las recriminaciones epistolares de Cristina Kirchner a Alberto Fernández. El letargo de la confrontación fue una tregua pactada hasta las generales, por lo menos, para evitar que un desastre mayor arrasara con todo el proyecto de base peronista.

Para Fernández, dilatar esa tregua es esencial mientras intenta cerrar el acuerdo con el FMI. Su problema es de inconsistencia política, de modo que el acto del Día de la Militancia debe interpretarse bajo ese prisma, en clave peronista endogámica.

Hubo un mensaje a Cristina Kirchner, similar al enviado como respuesta al amague de vaciamiento del gabinete, pero imperfecto por un detalle. De las celebraciones no participaron los gobernadores que, reunidos en San Juan con el pretexto del clásico Argentina-Brasil, robustecieron su alianza como eje de poder autónomo. En la Plaza de Mayo sí estuvieron, en contrapartida, la CGT y las organizaciones sociales enfiladas con la Casa Rosada.

El ultrakirchnerismo condensado en La Cámpora su sumó en sordina, con el mutismo de Cristina como telón de fondo. Era la plaza de Alberto, no de la vicepresidenta.

“Mi mayor aspiración es que, en 2023, desde el último concejal hasta el Presidente de la República lo elijan primero los compañeros. Tenemos que hacer lo necesario para que en 2023 aseguremos un triunfo rotundo”, dijo Alberto Fernández.

Mensaje a las tribus

Conviene atender la cartografía. Los gobernadores en San Juan, la CGT y las organizaciones sociales más voluminosas frente a la Casa Rosada, con el Presidente.

El cristinismo debe moverse en esa tenaza, muy golpeado por los resultados en su feudo de provincia de Buenos Aires, donde la confederación de intendentes empieza a dar señales de emancipación y se atribuyen el mérito de la remontada pos PASO.

El mensaje al cristinismo se complementó con otro hacia el peronismo en general.

“Mi mayor aspiración es que, en 2023, desde el último concejal hasta el Presidente de la República lo elijan primero los compañeros. Tenemos que hacer lo necesario para que en 2023 aseguremos un triunfo rotundo”, dijo Fernández.

En el Día de la Militancia, el Presidente propuso simultáneamente un límite al poder del kirchnerismo y un dispositivo para gestionar el litigio intestino que el peronismo utilizó en una sola oportunidad en toda su historia. Y eso que las primarias son obligatorias en la Argentina desde 2009, cuando el propio kirchnerismo las instauró después de que Néstor Kirchner perdió contra Francisco de Narváez las elecciones de medio término en Buenos Aires.

La voluntad expresa del Presidente, consagrado por el dedo de Cristina, es de tal manera una novedad de primera magnitud, que ofrece al tribalizado conjunto peronista un mecanismo de restauración y una expectativa para mantenerse unido: el próximo candidato a Presidente podría surgir de una gran interna, en lugar de acuerdos metropolitanos de lista única para las PASO.

Alberto Fernández intuye que la posibilidad de que la candidatura presidencial del peronismo se dirima con una interna real en las PASO de 2023 podría ordenar la fragmentación estimulada por el retroceso del liderazgo de su vicepresidenta.

Retrospectiva

La mirada retrospectiva confirma la eficacia de las internas como argamasa.

La última y única vez que el peronismo las hizo fue en 1988. El gobernador riojano Carlos Menem, secundado por el diputado nacional y ex intendente de Lomas de Zamora Eduardo Duhalde, le ganó la candidatura a Presidente a Antonio Cafiero, que acababa de obtener la Gobernación de la provincia de Buenos Aires, concurrió acompañado por el jefe del peronismo cordobés José Manuel de la Sota y parecía comerse los chicos crudos.

La interna Menem-Cafiero fue también una instancia determinante en la supervivencia del peronismo como maquinaria de poder.

Demostró que era posible un “peronismo sin Perón” después de la derrota de 1983, que obligó al movimiento huérfano a sortear el intento de fagocitarlo que Raúl Alfonsín proyectó con su “Tercer Movimiento Histórico”.

Después, el método de legitimación a través de internas fue utilizado en la categoría presidencial solamente por fuerzas no justicialistas.

José Octavio “Pilo” Bordón contra Carlos “Chacho” Álvarez en el FREPASO en 1994; Fernando de la Rúa contra Graciela Fernández Meijide en la Alianza en 1998; Mauricio Macri contra Ernesto Sanz y Elisa Carrió en Cambiemos en 2015.

Eduardo Duhalde las conjuró en 2003 y el peronismo fue dividido en tres ofertas: Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. Ganó Menem, pero desistió del balotaje y asumió Kirchner, quien en 2007 designó a Cristina, su compañera, que fue a la reelección, ya viuda, en 2011.

La candidatura de Daniel Scioli no pasó por el trámite de las urnas intestinas en 2015. Tampoco la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner, proclamada por Tweeter en mayo de 2019.

Esta reticencia a la interna acentuó la gravitación para las definiciones nacionales del vector metropolitano, que es kirchnerista desde que Cristina le ganó a Chiche Duhalde en las generales de 2005.

La interna Menem-Cafiero demostró que era posible un “peronismo sin Perón” después de la derrota de 1983, que obligó al movimiento huérfano a sortear el intento de fagocitarlo que Raúl Alfonsín proyectó con su “tercer movimiento histórico”.

Fernández intuye que la posibilidad de que todas las candidaturas peronistas se diriman en las PASO de 2023 podría ordenar la fragmentación estimulada por el retroceso del liderazgo de su vicepresidenta.

El correlato histórico sustenta sus presunciones. Todas las internas nacionales, la peronista del ‘88 incluida, precedieron experiencias electorales exitosas.
El FREPASO se ubicó segundo en las generales de 1995 y cuatro años después competía con los radicales en las internas tras las cuales la Alianza alcanzó la Presidencia.

Macri también llegó a la Casa Rosada después de librar internas, y en este medio término, Juntos por el Cambio aprovechó bien las PASO para contar las costillas de sus aspirantes, mientras los caciques justicialistas se atrincheraban en sus distritos y alimentaban la fragmentación para sustraerse de la derrota.

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