La enajenación del cruzado

Javier Milei parece actuar orientado solo por las redes sociales. Conviene plantearse si no confunde el mundo virtual con la realidad.

La megalomanía de Javier Milei adquirió rango ecuménico en su comentada incursión por Davos, donde se postuló como el único líder político consciente del peligro que acecha a un Occidente infiltrado por el pecado colectivista.

Como portador de la Verdad, el personaje se considera un cruzado. La elevada percepción moral que tiene sobre sí mismo impregna toda su gestión y boicotea con su mesianismo las posibilidades de edificar consensos mínimos que estabilicen la fracturada escena política nacional.

Davos será en poco tiempo más una anécdota. La expectativa que despertó en tan selecto círculo la presencia de Milei es innegable, pero admite causas distintas a la fascinación por su solvencia intelectual. También puede haber sido grande la curiosidad por el bizarro fenómeno de un presidente que muestra rasgos cada vez más evidentes de perturbación mental, eventualmente sondear qué provecho sacar de tal circunstancia.

Tras su exposición, Milei se ocupó de saturar la red X de su admirado Elon Musk con posteos celebratorios. Más de 500 en menos de 24 horas.

La necesidad de validación es ostensible, la liberación de endorfinas que cada like provoca en el espíritu presidencial ha de alimentar su compulsión, resabio de sus exitosos tiempos de panelista y estrella de stand-up reciclado en el ejercicio de la Presidencia.

Del aluvión tuits y retuis que precipitó para dar escala épica a su debut internacional, quizás el más revelador sea el del usuario Mati Smith, que contrastó las visualizaciones de su discurso con el que pronunció el presidente español Pedro Sánchez, que tuvo una orientación ideológica contraria.

“Vistas en YouTube

– El zurdo Pedro Sánchez: 2.9 K

– Milei: 108 K

El mundo se está MILEIZANDO”

No se analizan los contenidos de los discursos ni se contraponen sus argumentos. El criterio de verdad pasa exclusivamente por la cantidad de visualizaciones, es puramente cuantitativo. Sánchez está equivocado no por sus razonamientos, sino porque lo vieron menos personas -o perfiles- que a Milei. Y para colmo es «zurdo».

Una entrevista que Milei otorgó al periodista Esteban Trebuqc a pocas horas de cerrar el acuerdo con Mauricio Macri y Patricia Bullrich después de la primera vuelta electoral marcó el carácter medular que las adhesiones expresadas por las redes sociales tiene en su dispositivo intelectual.

La charla era sobre la posible incongruencia que suponía pactar con Bullrich, a quien Milei consideraba hasta el acuerdo una terrorista que incluso había colocado bombas en jardines de infantes. El todavía candidato a Presidente había posteado un meme de un león abrazado a un pato para festejar la componenda.

“¿Alguien vio las métricas de ese tuit? Tiene más de 250 mil likes, tiene casi 16 millones de impresiones. Solo en mi cuenta de Instagram, el posteo tiene un millón de likes”.

“Eso es lo importante”, avaló Trebuqc. Otro de los contertulios advirtió que tantas reacciones no representaban necesariamente votos.

“Pará, pará – lo cortó Milei- : así como hay un salame, o tres salames opinando desde una computador ¿sabés qué?… Mientras que esos miran a la señorita por Internet, yo estoy en el medio de sus sábanas”.

En el ecosistema virtual de Milei, sus conceptos no se someten a controversia y se asumen como verdad absoluta por el mero hecho de que una multitud los suscriba. Pero tal multitud es fantasmagórica, pues no es posible corroborar cuántas personas reales hay entre los 2,4 millones de perfiles que lo siguen en X o los 5,4 millones que lo hacen por Instagram, por caso.

En cambio, es un hecho que obtuvo un 30% de los votos en primera vuelta, al que se sumó otro 26% en el balotaje de electores que se inclinaron por él para no votar por Sergio Massa. Casi la mitad de su caudal electoral es por descarte.

Este dato político duro, que se superpone a una exigua representación parlamentaria de La Libertad Avanza, parece tener menos gravitación en el circuito de toma de decisiones presidencial que la frenética dinámica virtual.

En el ecosistema virtual de Milei, sus conceptos no se someten a controversia y se asumen como verdad absoluta por el mero hecho de que una multitud los suscriba. Pero tal multitud es fantasmagórica, pues no es posible corroborar cuántas personas reales hay entre los millones de perfiles que le siguen

Regido por el algoritmo, ese universo devuelve al usuario lo mismo que piensa y confirma por lo tanto sus prejuicios. Nada hay más reconfortante que vivir en un mundo que permanentemente nos otorga la razón. El costo por tanta satisfacción, módico, es la renuncia al pensamiento crítico.

No hay diálogo ni debate, sino monólogo; en cualquier caso, lo que hay es un estéril diálogo con espejos, en el que la irrupción de la herejía se sanciona con el bloqueo, la cancelación o el improperio.

Quien cuestiona a Milei es descalificado como ignorante “in limine” y sometido a escarnio.

Epicentro de esta galaxia, el Presidente selecciona los enemigos para que su jauría los despelleje.

Dado el mesianismo de las conductas que el Presidente despliega y la agresividad de la que hace gala, conviene plantearse si no confunde el mundo virtual en el que vive inmerso con el mundo real. Si no traslada a sus funciones institucionales, por ejemplo, los principios del “cosplay”, juego de disfraces y roles por el que tiene predilección. Si no está, en definitiva, enajenado y el efecto que tal enajenación podría tener sobre su gestión, más aún en la angustiante situación que atraviesa el país.

Para reflexionar sobre la alienación en el terreno político, se sugiere ver a película “Desde el Jardín”, basada en la novela homónima de Jerzy Kosinski y protagonizada por Peter Sellers. Es la historia de un jardinero analfabeto que ha transcurrido toda su vida encapsulado en la mansión de un millonario, el cuidado del jardín y viendo televisión. Cuando el millonario muere y debe enfrentar el mundo real, un hecho fortuito lo vincula con personas adineradas y poderosas que interpretan sus limitaciones como indicio de genialidad política.

También, y con proyecciones más inquietantes, el cómic “El emperador Smith”, de la saga Lucky Luke, creada por René Goscinny (el de Asterix el galo) y el dibujante belga Morris.

La historia está basada en la vida de Joshua Norton, quien se proclamó Joshua I, emperador de los Estados Unidos.

Lucky Luke llega a Grass Town, donde todo el pueblo le sigue la corriente a Dean Smith, un lunático que se ha autodesignado si mismo Smith I, Emperador de los Estados Unidos y Protector de Méjico. La sociedad de Grass Town se divierte en gran forma con él: le rinde honores, le mandan cartas de los estadistas mundiales, el periódico publica sus proclamas. Sin embargo Smith, que en sí es inofensivo, posee una fortuna que le ha permitido formar un ejército. El bandolero Buck Ritchie logra manipular su megalomanía para asaltar el banco e iniciar un raid delictivo.

Ver también en El Estaño

https://elestanio.com.ar/el-incendio-del-reichstag/

https://elestanio.com.ar/elon-y-javier-romance-bajo-el-litio/

 

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