La estirpe de los héroes

La estupidez al cuadrado de la FIFA y los gendarmes de la etiqueta perfecciona la maradonización de Lionel Messi.

Como el buen gusto ha movilizado sus tropas, corresponde agradecer la contribución a la moral de la Selección Argentina realizada por la estupidez al cuadrado de la FIFA y los gendarmes de la etiqueta.

Si algo le faltaba a Lionel Messi para reencarnar el criollo espíritu de Diego Armando Maradona, después del “Topo Gigio” y el “Qué mirá’, bobo, andá pa’yá”, era que la FIFA abriera un expediente disciplinario por los incidentes en el partido contra los Países Bajos y acá empezaran a impugnarle los modales.

No es necesario entender de fútbol para advertir que un ídolo popular se construye con elementos que trascienden su oficio. Maradona apasiona no solo porque fue un jugador extraordinario, sino por características de su personalidad ajenas a lo estrictamente deportivo.

Con su habitual agudeza lo analizó alguna vez Alejandro Dolina. Messi, dijo, era la pura eficacia, la técnica invencible por pura superioridad. Maradona sumaba a esa cualidad los rasgos del “héroe trágico”, que se sobrepone, o no, a adversidades y enemigos poderosos e implacables.

El héroe trágico lucha contra el destino, cuyas inexorables características suelen pretender asumir gente como los de la FIFA, políticos, magnates y algunos comentaristas exquisitos.

Tal vez por eso la victoria sobre Inglaterra en el ’86 es tan emblemática en el culto a Maradona, al punto de fundar el fanatismo de Bangladesh por la Selección argentina. Fue una síntesis: la Argentina de Maradona derrotó a los maestros de la argucia diplomática, el despojo abusivo y la intriga por derecha, con el mejor gol de la historia según dicen, y por izquierda, con la “mano de Dios”. Haciendo la nuestra y la de ellos, revancha surera de alto impacto emocional.

Maradoniano, Dolina quería decir que se intentaba una comparación absurda, porque Messi y Maradona eran personajes de categorías distintas, y admitió que el historial deportivo de Messi sería probablemente mejor que el de Maradona en lo estadístico. Pero en el héroe los resultados son menos importantes que la actitud con que se planta ante la vida.

Debe estar lleno de reflexiones sobre este asunto. Se sugiere el cuento “Lo que se dice un ídolo”, de Roberto Fontanarrosa (http://elgritosagrado.com.ar/2022/11/23/cuento-lo-que-se-dice-un-idolo/).

Paladares más exigentes podrían indagar sobre el destino sudamericano con Jorge Luis Borges, en cuentos como “El Sur” o en el “Poema Conjetural”.

Se trata de identidad, no de hipócritas respetos a las formas, que en todo caso deben ganarse antes de exigirse.

Maradona apasiona no solo porque fue un jugador extraordinario, sino por características de su personalidad ajenas a lo estrictamente deportivo

¿Qué pasó frente a Países Bajos, u Holanda?

Tras un partido chivo, bombeado por el árbitro, tramado por provocaciones, Messi dejó el seguro y señalizado terreno deportivo y para adentrarse en la incierta y maradoniana senda del héroe.

Por viejas rencillas sobre estilo futbolístico, le dedicó el “Topo Gigio” de Juan Román Riquelme al técnico Louis van Gaal y la rosarinísima y pendenciera jerga del “andapayá” al delantero Wout Weghorst, a quien poco antes le había sugerido que se metiera la casaca que quería intercambiarle “en el orto”.

Qué cosa, tan modosito que parecía. Como con Maradona, los capangas y sus usinas no podían dejar de expresar su aflicción por tamaño desacato.

Para ser parejos, Weghorst también debería agradecer haber sido aludido por el genio. La gloria se toca de distintas formas. El tipo, sin embargo, dijo que se sintió “decepcionado” por la inadecuada conducta del capitán argentino.

La mitología peronista registra la siguiente anécdota. “Se non é vero, e ben trovato”, y viene al pelo.

Cuando Perón era ministro de Guerra, todavía coronel, recibió al embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, quien le planteó el interés del gobierno norteamericano por las empresas alemanas expropiadas por el gobierno argentino y la utilización de espacio aéreo para las compañías de su país. A cambio, Perón contaría con el beneplácito y la neutralidad estadounidense en la futura contienda electoral.

Perón le respondió que entendía su inquietud, pero había un inconveniente insalvable.

– ¿Cuál es el problema?

– Que en mi país, al que hace eso se lo llama hijo de puta.

Braden se retiró sin saludar, decepcionado. Igual que Weghorst, la FIFA y los sensibles zahoríes de la vulgaridad, los enemigos que Messi y la Selección precisaban para consagrarse legítimos herederos de la estirpe del héroe que Diego Maradona encarnó como nadie.

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