El ecosistema político nacional ha perdido el centro de gravedad que lo equilibró desde el interinato de Eduardo Duhalde. Sube el precio de los caciques provinciales.
La imagen de Javier Milei rodeado por los gobernadores en la ceremonia del Pacto de Mayo y el palco del acto que organizó el gobernador bonaerense Axel Kicillof para conmemorar el 50º aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón condensan el ocaso del orden metropolitano que articuló la política del país desde la crisis de la Convertibilidad. El ecosistema político nacional ha perdido el centro de gravedad sobre el que hizo equilibrio durante un cuarto de siglo.
El Pacto de Mayo fue en rigor la capitulación de Milei ante la casta que desprecia retóricamente. 18 caciques territoriales lo suscribieron y se prestaron a escenificar la impostura del triunfo presidencial a cambio de la previsibilidad que supone para los ingresos de sus provincias el paquete fiscal sancionado con la Ley Bases.
La contracara de la debilidad que los libertarios intentan disimular con sobreactuaciones épicas se exhibió una semana antes, con el kirchnerista Kicillof aferrado a la memoria de Perón desde un escenario anémico.
Ricardo Quintela, acosado en La Rioja por el clan Menem aliado de Milei, fue el único gobernador que asistió al acto celebrado en la mítica Quinta de San Vicente. La lista de oradores se completó con la vicegobernadora de Buenos Aires Verónica Magario y la senadora nacional catamarqueña Lucía Corpacci.
Mal de ausencia. Los cuatro mandatarios que se abstuvieron de firmar el Pacto de Mayo además de Kicillof y Quintela –Gildo Insfrán (Formosa), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Claudio Vidal (Santa Cruz)- tampoco participaron del acto convocado por el bonaerense que el kirchnerismo pretende proyectar al nivel nacional. Homenajearon a Perón desde otro ángulo: desensillar hasta que aclare.
Kicillof sostiene una dura interna por el control del peronismo bonaerense con el diputado nacional Máximo Kirchner, jefe de La Cámpora e hijo de Cristina, que estuvo en la conmemoración vicentina, pero no en rol protagónico.
Como hace Milei con los héroes de Mayo y el panteón de próceres liberales, Cristina contribuyó a camuflar la fragilidad de su pupilo con una elegía de Perón y su doctrina que desarrolló en una entrevista concedida al periodista Pedro Rosemblat.
La necesidad tiene cara de hereje.
La imposición de la lógica política conurbana a todo el país se precipitó con el acceso a la Presidencia de Eduardo Duhalde en enero de 2002. El Orden Bonaerense sucedió al Orden de la Convertibilidad
Albor Conurbano
La imposición de la lógica política conurbana a todo el país se precipitó con el acceso a la Presidencia de Eduardo Duhalde en enero de 2002. El Orden Bonaerense suplantó al Orden de la Convertibilidad.
En la conclusión del accidentado proceso para cubrir la vacancia presidencial de Fernando De la Rúa cayó el puntano Adolfo Rodríguez Saá, que había sido elegido en principio por el Senado para el interinato. Duhalde, coordinado con el expresidente Raúl Alfonsín, otro bonaerense, pero radical, lo vació y se quedó con el comando.
Por primera vez en la historia, el sistema de la Provincia de Buenos Aires se hacía de los resortes del poder nacional directamente, sin intermediarios, en posición hegemónica. La candidatura de Duhalde como vicepresidente de Carlos Menem en la interna peronista de 1988 había sido fundamental para frustrar el intento del entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero, que concurrió a la derrota aliado con el jefe del peronismo cordobés, José Manuel de la Sota.
Menem se encargó de mantener a raya el impulso de proyección nacional del duhaldismo durante diez años, con más énfasis desde que Duhalde comenzó a desmarcársele y a tejer para sucederlo desde la gobernación de Buenos Aires, a la que accedió en diciembre de 1991.
Pero la reforma constitucional de 1994 habilitó la reelección del riojano y la frustración de Duhalde se perfeccionó en 1999, cuando logró neutralizar las maniobras de Menem para postularse a un tercer mandato pero cayó derrotado en las presidenciales a manos de la Alianza de los radicales y el FREPASO, que jugó con la fórmula Fernando De la Rúa-Carlos “Chacho” Álvarez.
El jefe del peronismo bonaerense consiguió entrar en la Casa Rosada como presidente interino en 2022, tras la traumática salida de De la Rúa. Sin embargo, el costo político del ajuste que implementó para estabilizar la economía estragada por el estallido del régimen de Convertibilidad anonadó sus chances de competir por la Presidencia en 2023.
Para clausurar un eventual retorno de Menem, Duhalde puso el aparato del Conurbano bonaerense bajo su control a disposición del gobernador de Santa CRuz Néstor Kirchner que, obtenida la Presidencia, consolidó la conurbanización iniciada por su antecesor y padrino. Inmediatamente después de asumir, en mayo de 2003, comenzó a maniobrar para decapitar el esquema bonaerense y someterlo al arbitrio de la Casa Rosada.
Un gambito de dama coronó la operación. Con la victoria de Cristina Kirchner sobre Hilda “Chiche” Duhalde en la competencia por las senadurías bonaerenses de 2005, el kirchnerismo terminó de capturar a los barones del Conurbano.
Muerto el rey, viva el rey: el ocaso de Duhalde fue el albor del afianzamiento del orden metropolitano con sello pingüino.
Con excepciones determinadas por el margen de autonomía financiera, como Córdoba o Mendoza, los cacicazgos provinciales se disciplinaron rápidamente al diseño.
La primera fisura seria en este sistema se produjo en 2013, con el triunfo de Sergio Massa sobre el candidato a diputado nacional kirchnerista Martín Insaurralde, jefe de Lomas de Zamora, en Buenos Aires. Massa aceleró su proyecto de poder personal al margen del kirchnerismo desde esa victoria.
El segundo golpe sobre el orden conurbano, más importante, se produjo durante la Presidencia de Mauricio Macri.
La devolución a las provincias del 15% de la masa de recursos coparticipables que la Nación retenía desde mediados de la década del 90 para financiar la ANSES se conjugó en 2017 con la eliminación del Fondo del Conurbano Bonarense para el inicio de un proceso paulatino pero sostenido de empoderamiento de los gobernadores del interior
El inicio del ocaso
La devolución a las provincias del 15% de la masa de recursos coparticipables que la Nación retenía desde mediados de la década del 90 para financiar la ANSES se conjugó en 2017 con la eliminación del Fondo del Conurbano Bonarense para el inicio de un proceso paulatino pero sostenido de empoderamiento de los gobernadores del interior basado en la expansión de sus márgenes de autonomía financiera.
El Fondo del Conurbano había sido creado por Menem a pedido de Duhalde en 1992. Se componía con el 10% del impuesto a las Ganancias. La Presidencia giró el dinero sin tope durante los primeros años, pero a fines de 1995, cuando la tensión con Duhalde comenzó a exacerbarse, Menem le puso un techo de $650 millones anuales y dispuso que los excedentes se distribuyeran entre el resto de las provincias.
El tope menemista nunca se actualizó. Inflación mediante, la Provincia de Buenos Aires pasó de recibir un 96% de lo recaudado por el Fondo en 1996a sólo el 1,5% en 2016.
Ni Néstor ni Cristina Kirchner actualizaron la caja por razones obvias: el Fondo era un instrumento de primer orden para que cualquier gobernador bonaerense se afianzara independientemente de la voluntad de la Casa Rosada e intentara el mismo salto nacional de Duhalde. Actualizarlo implicaba arriesgar la exitosa colonización del área más populosa del país que habían logrado ejecutar con el parricidio de Duhalde.
En 2017, sin embargo, el gobierno bonaerense, en manos de la macrista María Eugenia Vidal, estaba a punto de conseguir la actualización del Fondo vía sentencia de la Corte Suprema.
Quizás con el mismo criterio paranoico de los Kirchner, para neutralizar eventuales amenazas a su liderazgo desde la Provincia que cerca la Casa Rosada, Macri lo eliminó definitivamente.
De tal modo, las provincias obtuvieron en 2017, a cambio del apoyo al programa de Macri en el Congreso, un 15% más de coparticipación y la incorporación definitiva a la masa coparticipable de lo recaudado por Ganancias sin la detracción de lo destinado al Fondo del Conurbano.
Buenos Aires cristalizó con Macri su dependencia de la Casa Rosada al mismo tiempo que los líderes del resto de las provincias ampliaban sus posibilidades de juego autónomo. Duhalde fue de hecho el último caudillo bonaerense que tuvo el control sobre el sistema metropolitano
Eclipse y tribalización
En términos políticos, Buenos Aires cristalizó con Macri su dependencia de la Casa Rosada al mismo tiempo que los líderes del resto de las provincias ampliaban sus posibilidades de juego autónomo.
Duhalde fue de hecho el último caudillo bonaerense que tuvo el control del sistema metropolitano, en el desenlace de una carrera iniciada en el populoso distrito de Lomas de Zamora.
Sus sucesores en la gobernación bonaerense desde 1999, más allá de las formalidades electorales, fueron más bien delegados de una Casa Rosada siempre dispuesta a solventarles antagonistas entre los intendentes.
Más que una provincia, Buenos Aires es una confederación de municipios. El gobernador está muy condicionado por esta circunstancia, que es el talón de Aquiles en la estrategia de instalación nacional de Axel Kicillof.
Otro aspecto del fenómeno es el empoderamiento de los gobernadores para las tratativas con la Presidencia.
Con la inyección de recursos de asignación automática de 2017, la mayoría estabilizó sus economías y acrecentó su potencial financiero, mientras que la Casa Rosada se vio obligada a incrementar el auxilio al área metropolitana para evitar su colapso. Este desequilibrio es nítido, por ejemplo, en el desmesurado volumen de recursos fiscales que resignó para sostener los subsidios a los servicios de esa región.
La independencia de los gobernadores para el juego político se manifestó ya en 2019, cuando la mayoría desdobló sus elecciones de las nacionales para garantizarse la continuidad en sus territorios sin comprometerse para las presidenciales hasta última hora. Eso les permitió diseñar luego las listas de legisladores nacionales sin que la Presidencia, como ocurría a lo largo de la era kirchernista, se entrometiera. Es decir: ganaron poder de fuego en un Congreso que comenzaba a reflejar la atomización.
El procedimiento se reiteró las presidenciales de 2023. El gobierno nacional bifronte de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no pudo enfilar a los caciques provinciales para que celebraran sus elecciones junto a las presidenciales y respaldaran a Sergio Massa. Para cuando se inició el proceso que terminaría con el encumbramiento de Javier Milei, la situación política de la mayor parte de las provincias estaba ya resuelta.
La singular fisonomía del régimen libertario responde a esa lógica fragmentaria. Se filtró entre las ruinas de un sistema demolido por el desprestigio, pero fueron los gobernadores los que diseñaron la oferta para el Congreso consagrada en la primera vuelta.
Con Kicillof, el kirchnerismo salvó Buenos Aires, pero la provincia es un polvorín inestable, tramado por la interna entre el gobernador y La Cámpora, los movimientos de los intendentes y las maniobras del macrismo y los libertarios, también en tensión.
En la agonía del orden metropolitano se cifra tanto el avance de las tribus del interior como la fragilidad del poder nacional.
Más caros que nunca, entrenados en los ocho años de las gestiones de Macri y Fernández para sacar ventaja de las debilidades presidenciales, fortalecidos por la ausencia de liderazgos capaces de articular un proyecto de poder federal, los sinuosos “degenerados fiscales” son para Milei una tabla de salvación provisoria, sujeta a permanentes concesiones, precaria.
Ver también en El Estaño
https://elestanio.com.ar/la-capitulacion-de-mayo/