Sidenafil imperial para “nuestro cachivache”

Ni en los tiempos de relaciones carnales más intensos con los Estados Unidos se vieron exhibiciones de sumisión tan grotescas como las que protagonizaron Milei y la comitiva argentina en la reunión bilateral con Trump

 El rescate de Donald Trump incluyó la suscripción a la teoría de la conjura ecuménica de la que Javier Milei viene postulándose como víctima desde antes de la catástrofe electoral en Provincia de Buenos Aires que agravó sus infortunios.

La hipótesis conspirativa comenzó a extenderse en la agenda libertaria a partir del escándalo de los audios que enfocó a la “hermanísima” Karina Milei como beneficiaria del circuito de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, hasta prevalecer sobre cualquier otra narrativa luego de la derrota bochornosa del armado “karimenemista” en Corrientes, que añadió la verificación de la incompetencia política a las sospechas de corrupción.

Es indicativo que las turbulencias económicasaceleraran al ritmo de los indicios de descomposición del esquema libertario, con la emergencia desembozada de las rabiosas internas entre los “karinistas” y las tropas virtuales del asesor Santiago Caputo. La idea del ataque desestabilizador de la casta, reformateada en “partido del Estado” a los efectos electorales, fue lo único que consiguió acomodar una inestable tregua entre ambos bandos.

La derrota correntina se produjo el 31 de agosto. El hermano del gobernador Gustavo Valdes ganó con cifras apabullantes y Lisandro Almirón, el candidato libertario a la Gobernación, quedó en cuarto lugar, con un insignificante 10%.

72 horas después, el 3 de septiembre, en una entrevista concedida a una cadena periodística belga, Milei comenzó a desenrollar la trama conspirativa con una revelación dramática: la estrategia para derrocarlo no excluía la posibilidad de asesinarlo. Pocas horas más tarde desplegó la línea argumental en el acto de cierre de la campaña bonaerense realizado en la localidad de Moreno, luego del cual hizo un viaje relámpago a Los Ángeles para reiterarla ante un grupo de empresarios que le reunió el financista Michael Milken.

El 7 de septiembre, la paliza en las provinciales bonaerenses llevó el tembladeral al paroxismo. El ministro de Economía Luis “Toto” Caputo se sumó al relato conspiranoico y denunció maniobras del mercado que pretendían “voltear al Gobierno”, mientras el aislamiento libertario se traducía en durísimos reveses en el Congreso y fracasaban los intentos de recomponer relaciones con los gobernadores.

La secuencia expone a un Gobierno confesando en todos los foros a su alcance su impotencia para detener una carrera hacia el vacío inducida por él mismo. Insólito: el Presidente y su ministro de Economía admitían que nada podían hacer para controlar la crisis doméstica argentina, salvo esperar que una improbable victoria arrolladora de La Libertad Avanza en las lejanas elecciones del 26 de octubre los salvara.

Es decir: admitieron su fracaso.

El programa económico colapsaba por falta de dólares y la Casa Rosada carecía de herramientas institucionales y políticas para maniobrar en el naufragio.

En ese contexto de fragilidad extrema irrumpieron, providenciales, Trump y los “boinas verdes” del Tesoro norteamericano al mando del secretario Scott Bessent para una operación terapéutica: sidenafil imperial para la disfuncionalidad política.

Providenciales, Trump y los “boinas verdes” del Tesoro norteamericano al mando del secretario Scott Bessent gatillaron la operación terapéutica: sidenafil imperial para la disfuncionalidad política

Efusiones primaverales

Ni en los tiempos de relaciones carnales más intensos con los Estados Unidos se vieron exhibiciones de sumisión tan grotescas como las que protagonizaron Milei y la comitiva argentina en la reunión bilateral con Trump.

El entusiasmo adolescente de Milei no puede a esta altura sorprender a nadie. Ofrenda a sus poderosos ídolos genuflexiones de envergadura directamente proporcional a la brutalidad de las denigraciones que prodiga a sus incontables enemigos, con más saña si carecen de recursos para defenderse de los ataques. Basta comparar las empalagosas adulaciones derramadas sobre Trump con los agravios proferidos contra el niño autista Ian Moche para aquilatar el temple del mandatario.

Menos esperables eran las efusiones primaverales de Luis “Toto” Caputo, quien se declaró “emocionado” por las atenciones del líder norteamericano y elogió sus habilidades para responder las provocaciones de la prensa.

Las obnubilaciones de la pasión no fueron tan fuertes, sin embargo, como para hacerle olvidar lo importante. Trump, aclaró, “estaba muy en tema de que esto ha sido un ataque de la izquierda clarísimo”. O sea: el programa económico anda al pelo, el problema radica exclusivamente en la conjura.

Tanta entrega fue correspondida por los norteamericanos con palmadas cariñosas adicionales, raciones extra de “Dogui”.

El secretario Bessent desacreditó a una senadora demócrata que objetó la ayuda a Milei y lo calificó como “corrupto” con una definición lapidaria: “american peronist”.

Notable mérito del movimiento creado por Juan Domingo Perón. La vetusta amenaza comunista ha sido suplantada por el peronismo, ya infiltrado en el Congreso.

Joe Mc Carthy revive en Scott Bessent.

Tanta entrega fue correspondida por los norteamericanos con palmadas cariñosas adicionales, raciones extra de “Dogui”. El secretario Bessent desacreditó a una senadora demócrata que objetó la ayuda a Milei y lo calificó como “corrupto” con una definición lapidaria: “american peronist”

 Alharacas insuficientes

Las alharacas festivas no alcanzan a disimular lo obvio: el programa económico libertario ha fracasado. De otro modo, no sería necesaria la magnanimidad de Trump, cuyo apoyo opera como garantía simbólica para reemplazar la devaluada credibilidad de Milei.

El amigo americano presta oxígeno hasta que las elecciones de octubre arrojen el nuevo diseño institucional del Congreso y establezcan vectores de proyección para los próximos dos años.

Los dólares para pagarle compromisos de deuda estarán, pero la complejidad del problema argentino deviene de su carácter político, no de la economía.

Intoxicado por los odios facciosos, tribalizado, el sistema institucional está incapacitado para ofrecer las más elementales garantías de estabilidad.

Es un problema de inconsistencia que Milei se ha negado porfiada y mesiánicamente a abordar, erosionando todos los vínculos de la Casa Rosada con el Parlamento y las provincias.

Aislado en su propio país y por sus propios méritos, consiguió la legitimación forastera de Donald Trump. Las conjeturas acerca de la contraprestación se multiplican, pero el elemento central es que el destino de la administración libertaria depende ahora exclusivamente de la buena voluntad de Trump ¿Qué podría negarle Milei, en el muy hipotético caso de que quisiera?

Pero para cumplirle a Trump debe mantenerse en el poder y revertir su pronunciado déficit político.

No es Milei sino la Argentina la que se encuentraen la encerrona.

La tragedia se sintetizó en un patético contraste.

Lula Da Silva por un lado, presidente del Brasil, digno y respetado defensor de la autonomía de su país y voz descollante ante la Asamblea de las Naciones Unidas contra el genocidio que el premier israelí Benjamín Netanyahu perpetra contra los palestinos en Gaza.

Javier Milei por el otro, declinante en su carrera de “rock star” internacional, implorando el auxilio de Donald Trump para llegar a las elecciones de medio término sin turbulencias financieras y degradado ya sin disimulos ni alternativas a peón de la política exterior norteamericana.

El concepto fue formulado por Cordell Hull, secretario de Estado norteamericano entre 1933 y 1944, y Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos en la misma etapa, respondiendo a críticas por el respaldo a los dictadores latinoamericanos Rafael Trujillo, en República Dominicana, y Anastasio Somoza, en Nicaragua: “Será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Primero como tragedia, después como farsa.

Donald Trump y Scott Bressen reformulan el principio diplomático con Milei: “Será un cachivache, pero es nuestro cachivache”.

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