Bacchiani y el empate de las impotencias

Vivos y giles, rehenes del “Trader God” mientras el litigio político se desarrolla desde el anonimato de las redes sociales.

El anonimato desde el que se dispara en la batalla desatada en Catamarca por la crisis de “Adhemar Capital” marca la degradación del ecosistema político. El poder quedó enredado en la telaraña tejida por y en torno a Edgar Adhemar Bacchiani.

El respaldo explícito que caracterizados dirigentes de la oposición brindaron a las actividades del “Trader God” no puede ser capitalizado por el Gobierno debido a que no menos caracterizados miembros del oficialismo pusieron dinero en la financiera colapsada.

El condicionamiento opera también a la inversa: los opositores no pueden denunciar a cara descubierta a los integrantes del elenco oficialista debido a sus evidentes relaciones con el financista y el apoyo institucional que le prestaron.

Este empate de las impotencias le permite a Bacchiani disertar por su Instagram como si fuera un Jefe de Estado y hablar de supuestos acuerdos con los gobiernos nacional y provincial para alcanzar la “paz social”.

Horas antes de tamaña “mise en scène”, poco después de huir de su casa custodiado por la policía para evitar represalias de los clientes que se le habían juntado para pedirle explicaciones, mandó una amenaza encriptada: “Vamos a ver esos que me gritan ladrón si la pueden justificar”.

La advertencia de destapar su cartera de clientes fue suficiente para apichonar a todos los bandos. Siente que tiene el naipe definitorio para reasegurarse. 33 de mano.

Ningún otro caso concentra mayor atención en catamarca que el de Edgar Adhemar Bacchiani y “Adhemar Capital”. Se trata de una controversia política de primer orden, pero los actores políticos no pueden intervenir en ella si no es desde el anonimato

La imagen es tan patética como inquietante: un sujeto con expedientes penales abiertos por posibles estafas y lavado de activos en los fueros federales de Catamarca y Tucumán, con conflictos por la interrupción de su cadena pagos en cuatro provincias, tiene en un puño a toda la sociedad catamarqueña.

Ningún otro caso concentra mayor atención que el de Bacchiani. Se trata de una controversia política de primer orden, pero los actores políticos no pueden intervenir en ella si no es enmascarados y desde las sombras.

La prensa dio cuenta de que Bacchiani financió la campaña de Juntos por el Cambio y marcó específicamente al senador nacional y ex rector de la UNCA, Flavio Fama. Consignó también los vínculos de Andrés Jalil, hermano del gobernador Raúl Jalil, con el “trader”, además de un contrato que José Blas, socio de Bacchiani, tiene con el Ministerio de Agua.

Estos datos de altísimo voltaje repercutieron en maniobras clandestinas por las redes sociales. Videos, memes, fotografías, narraciones fantásticas se viralizan sin que nadie se arrogue los derechos de autor.

Indicio de la cantidad de trastes sucios y de la vigencia de Discépolo: “en el mismo lodo, todos manoseaos”.

Triste y mediocre

Es el desenlace de un proceso tristísimo y mediocre, sobre cuyos participantes no es prudente emitir juicios morales o éticos generales, pues hay en el universo de inversores de todo. Convendría en cambio, acaso, tomar perspectiva para revisarse. Sin juzgar, sólo para tratar de generar anticuerpos contra eventuales alucinaciones futuras.

El fenómeno Bacchiani se desarrolló en Catamarca a la vista de todo el mundo durante por lo menos dos años, mientras en distintos puntos del país caían esquemas de estafas piramidales, ante el silencio no solo de la política.

El Poder Judicial no dijo nada al respecto y justifica ahora su prescindente conducta en la ausencia de denuncias.

El Poder Legislativo incorporó mudo a su agenda nada menos que una propuesta para reconocer a Bacchiani como gurú de la “educación financiera” y entregarle un diploma.

Las organizaciones civiles que representan la industria, el comercio, la producción, el trabajo y las profesiones liberales también callaron.

La Universidad Nacional de Catamarca, faro académico, productora de saber, permaneció encapsulada en su academicismo.

Complicidad, desidia, distracción, incompetencia, miedo a la repulsa de una comunidad embalada en la avaricia y la tilinguería… Elíjase cualquiera de los móviles, el resultado será el mismo.

En el silencio de la defección colectiva, resonaron los apuntalamientos institucionales a Bacchiani de la Coalición Cívica-ARI y el PRO, cuyos ecos pretenden acallarse ahora con operaciones anónimas tendientes a desacreditar a quienes los denunciaron

 

Ecos

En el telón de fondo de esta defección colectiva, sobresalen con nitidez los apuntalamientos institucionales al negocio de las terminales locales de la Coalición Cívica-ARI y el PRO.

Gritos que resultaron más sonoros en medio del sepulcral silencio que arropó al financista, cuyos ecos pretenden acallarse ahora con operaciones anónimas tendientes a desacreditar a quienes los denunciaron desde el primer momento. Mariano Manzi, presidente del congreso “lilito” en Catamarca, gerente de Empleo en la provincia durante la presidencia de Mauricio Macri, hijo del prestigioso diputado nacional Rubén Manzi, que conduce la CC-ARI; la diputada Natalia Saseta y el ex diputado Diego Martín Figueroa, representantes del PRO que instigaron una condecoración parlamentaria del titular de “Adhemar Capital”. Las facciones que integran no los desautorizaron jamás; tampoco lo hacen ahora.

También resonaron más las voces que advirtieron oportunamente sobre el peligro que incubaban las supuestas inversiones en criptomonedas, y es justo recordarlo le pese a quien le pese. El periodismo que se resistió a encolumnarse en la comparsa, el Banco Central, la Comisión Nacional de Valores y los gobiernos de Catamarca y La Rioja, que plantearon la conveniencia de seguir de cerca las riesgosas operatorias, con independencia de las decisiones personales que hayan asumido sus miembros, parientes y adherentes.

En una cancha impregnada con la mugre de las difamaciones, sería demasiado aventurado pronosticar el final de la historia. Sin embargo, cuando el morbo abra paso a la reflexión y se despeje la hojarasca –y en algún momento ocurrirá- el papel que cada uno desempeñó quedará muy claro para quien quiera verlo.

Mientras, los extremos convergen: vivos y giles, rehenes de Edgar Adhemar Bacchiani.

El empate de las impotencias.

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