“No pensamos que las doctrinas sean permanentes, porque lo único permanente es la evolución y las doctrinas no son otra cosa que una montura que creamos para cabalgar la evolución”, dijo Perón. También que “en política, quien no tenga cabeza para prever, tendrá que tener espaldas para aguantar”.
Tras la derrota en el medio término, el experimento de poder bifronte que diseñó Cristina Kirchner al elegir como candidato a Presidente a Alberto Fernández incrementó su tensión. La disputa de liderazgo incuba el debate por la identidad y la orientación del heterogéneo movimiento creado por Juan Domingo Perón.
En 1988, el litigio se resolvió mediante internas previas a cualquier definición ideológica profunda. Carlos Menem derrotó a Antonio Cafiero y luego, ya en la Presidencia, introdujo a la Argentina decididamente en modelo liberal, lo que le permitió permanecer una década en el poder.
El radical Fernando de la Rúa fracasó en el intento de administrar el agotamiento del ciclo. Sobrevino la crisis de 2001, su renuncia y el interinato de Eduardo Duhalde. Pero recién con la llegada de Néstor Kirchner en 2003 los peronistas volverían a discutir y determina un rumbo distinto.
El “kirchnerismo” como sujeto político gravitante no existió hasta que se hizo con el poder y los instrumentos institucionales de la Casa Rosada. No surgió de una prolongada lucha orientada ideológicamente, sino de la crisis del sistema de partidos políticos argentino y de la consolidación de los esquemas clientelares bonaerenses como factor electoral determinante en la Argentina.
La herejía kirchnerista
El “kirchnerismo” como sujeto político gravitante no existió hasta que se hizo con el poder y los instrumentos institucionales de la Casa Rosada. No surgió de una prolongada lucha orientada ideológicamente, sino de la crisis del sistema de partidos políticos argentino y de la consolidación de los esquemas clientelares bonaerenses como factor electoral determinante en la Argentina. Recién después de obtener el poder nacional Kirchner capturó a los barones liderados por Duhalde, cerró con los gobernadores y se volcó a las organizaciones sociales y de derechos humanos, con el propósito, lógico, de independizarse de la estructura que lo había llevado a la cima.

El cultivo de la relación con organizaciones como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo e HIJOS, marcó la identificación plena del nuevo gobierno con la causa de los derechos humanos, que se tradujo en el impulso a la reapertura de los procesos a los genocidas e incluyó un acto de alto valor simbólico cuando el nuevo Presidente ordenó bajar los retratos de los presidentes de facto en el Colegio Militar, el 24 de marzo de 2004.
Pocas horas después, se realizó en Parque Norte un congreso del PJ en el que la pelea estalló con toda la furia.
El compromiso ya explícito de los Kirchner con la causa de los derechos humanos era considerado una amenaza por sectores inquietos por la posibilidad de que se revisara la conducta del gobierno peronista desalojado por el golpe del 76, prohijador de la Triple A y su criminal represión a los “infiltrados” de izquierda y a la izquierda en general. Las diferencias por el asesinato del secretario general de la CGT José Ignacio Rucci en 1974, supuestamente a manos de Montoneros, se reactualizaron.
Cristina Fernández de Kirchner, senadora nacional por Santa Cruz, e Hilda “Chiche” González de Duhalde, diputada nacional de la provincia de Buenos Aires, protagonizaron un duro intercambio verbal.
«¿Dónde está la renovación que proponemos? ¿Qué queremos y a quienes queremos representar? En la última elección no fuimos separados únicamente por diferencias de partido. Pienso que mi partido también debe dejar de darle lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido. Necesitamos también que las compañeras que lleguen sean, no porque están junto a otros compañeros importantes, sino porque son cuadros importantes en el partido», disparó la esposa de Kirchner.
«Lo que está pasando aquí es lamentable, porque todos somos peronistas y no podríamos ser otra cosa. Sí dejamos una puerta abierta a ser otra cosa, vayámonos ya. Yo, personalmente, no podría ser otra cosa que una mujer justicialista. En mi caso particular, Cristina, soy portadora de apellido: me llamo Hilda Beatriz González de Duhalde, y no me pesa. Las mujeres que componemos esta mesa somos mujeres que nos rompimos el alma y otras partes del cuerpo para ganarnos este lugar con la gente, al lado de la gente», retrucó la esposa de Duhalde.
El combate de fondo se libraría al año siguiente, en territorio bonaerense.
Cristina, por el Frente para la Victoria, y “Chiche”, por el Justicialismo, se enfrentaron como candidatas al Senado nacional por la provincia de Buenos Aires. Ganó Cristina, con más del 45% de los votos, acompañada por el ex duhaldista José Pampurro. “Chiche”, no obstante, se quedó con la tercera banca, con poco más de 20%. Fue un golpe durísimo para Duhalde, que marcó su declinación.
Los Kirchner completaron la conquista del feudo de su antiguo aliado en 2007. El vicepresidente Daniel Scioli ganó la Gobernación de la provincia dentro de un diseño estratégico general en el que Néstor abdicó de su reelección a favor de Cristina.
En marzo de 2004, horas después de que Kirchner ordenó bajar los retratos de los presidentes de facto en el Colegio Militar, se realizó en Parque Norte un congreso del PJ en el que la pelea con el duhaldismo estalló con toda la furia
Disidencias metodológicas

La decisión de colonizar la estructura bonaerense comandada por Duhalde produjo discrepancias con parte de la cantera ideológica kirchnerista.
El recientemente fallecido José Pablo Feinmann narra su experiencia personal en “El Flaco-Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner”, donde refiere las advertencias que hizo sobre los riesgos que para las metas de Kirchner y la identidad del kirchnerismo incubaba el pacto con el aparato duhaldista.
El “Chango” Icazuriaga, jefe de la SIDE, le trasmite a Feinmann que Kirchner “va por Duhalde” y le pide su opinión. Feinmann responde:
“Va por Duhalde. Le gana. Se queda con todo el puto aparato duhadista ¿Sabés cual es el resultado? Néstor ya no es Néstor. Es Duhalde ¿Cómo vas a ser el mismo tipo ahora que estás al frente de un ejército de escorpiones? Te digo la respuesta: no vas a seguir siendo el mismo tipo. Vas a ser un escorpión más. Es como si yo te dijera: Chango, andá por Himmler, quedate con las SS. Me hacés caso, vas por Himmler, lo hacés mierda y te quedás con las SS ¿En quién te convertiste? En Himmler ¿O las SS se van a dejar conducir por un alma pura?”.
Avanza el diálogo, Feinmann le señala a Icazuriaga el “…terrible momento en que empezás a justificarte. A decirte: todo el aparato que tiene Duhalde es una mierda. Pero con el poder de esa mierda me va a tirar. Si no se lo saco, perdí. Para sacárselo me tengo que convertir en lo que él es, pelear con sus armas, con sus métodos, ser una mierda. Pero cuando lo raje voy a volver a ser el que era. Un político honesto, sano. Y transformo la mierda en dulce de leche ¿Y si la mierda no quiere? ¿Si la mierda solo se puede conducir siendo una mierda? Bueno, entonces será así. No habrá más remedio. Es la política. Es el país. Es el precio del poder: ser una mierda para conquistarlo, para retenerlo, para usarlo”.
Kirchner rechaza los argumentos de Feinmann. Le envía un mail, en el que le dice, tras quejarse de la incomprensión del intelectual:
“José Pablo, yo no soy Mandrake el mago. Soy apenas un ser humano que asumió la Presidencia de la Nación con el menor porcentaje de votos de la historia argentina, 22 por ciento, y en el momento más difícil de la historia reciente”.
No sería Mandrake, pero comprendía la lógica de construcción electoral que regía en el país.
Pragmatismo
En una entrevista concedida a la revista “Playboy”, publicada en marzo de 2016, Horacio Verbitsky cuenta al respecto:
“En 2007, cuando él decide impulsar la candidatura de Scioli para la gobernación de la Provincia, le dije: ‘A mí me parece un disparate, yo no estoy de acuerdo’. Además, lo escribí. Y durante varios meses no hablé con él. Y un día me dice: ‘Tengo que hablar con vos, yo quiero que entiendas por qué tomé esa decisión que vos cuestionás. Yo tengo la información de que Macri está planeando salir de la Capital e ir a la Provincia. Si Macri cruza a la Provincia y nos gana, todo esto se acabó; y el único que le puede ganar a Macri en la Provincia es Scioli’. Y ahí entonces yo le dije que había tiempo para construir otro candidato, y que además iba a ser traccionado por las presidenciales, con la candidatura de Cristina. Y él me dijo: ‘No, es al revés: para que Cristina gane, hace falta alguien que empuje desde la Provincia’”.
El diseño de disciplinamiento político se completó, en lo que se denominó la “transversalidad”, con la inclusión de gobernadores e intendentes no peronistas, para quienes resultó menos tentador el sesgo progresista asumido por los flamantes inquilinos de la Casa Rosada que los recursos para obras y asistencialismo que estaban en condiciones de proveer y la reestructuración de las deudas que las provincias tenían con Nación, sujeta a revisión trimestral.