Persiguiéndose la cola

Por suerte estas prácticas que describió Roberto J. Payró en 1899 han sido superadas. “En las tierras de Inti”, segunda parte. Al que le quepa el sayo…

Reincide «El Estaño» en la crónica de Payró, y seguramente reincidirá más adelante, con su «Pago Chico» y «Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira». El tiempo pasa… y seguimos en las mismas.

    “La falsa autonomía de estos Estado, esa mistificación, que dura desde que el país comenzó a organizarse, ha sido uno de los males más debilitantes, uno de los daños mayores que haya podido hacérseles. La mayoría de los gobiernos de la nación, inseguros, bamboleantes, sin vida propia, han tenido, para sostenerse, que dar a las provincias mandatarios de su hechura, hombres de conciencia elástica, que les respondieran en todo, merced a una alianza que, en muchos casos, parece más bien una complicidad… si no lo es. Un hombre de talla, un estadista, no se presta a estas cosas… Y es lógico entonces que estos mandatarios impuestos, que esos agentes nacionales hayan seguido el ejemplo de arriba, con tanta mayor razón cuanto que no podían optar, no teniendo otro medio de sostenerse. De ahí una corrupción que lo invade todo. Profundamente impopulares, los gobiernos tenían que forjarse una apariencia de partido. Pero ¿cómo? Con dinero o cosa que lo valiera, empleos a manos puercas, concesiones leoninas, empréstitos despilfarrados, bancos saqueables y toda la seguidilla. La ruina general, en fin. Y como las rentas provinciales, aunque acrecidas por el subsidio de la nación, no bastan – ¡qué habían de bastar!- para los sueldos y propinas de los empleados que forman siempre el partido gubernista, aumentábanse y se aumentan sin cesar los impuestos, los gravámenes, esquilmando al pueblo mientras se crean monopolios odiosos, apenas disimulados, se cometen exacciones, se hace de todo motivo de multa y todo es ocasión de coima”

    “Esto no podría hacerse si hubiera justicia, axioma tan evidente que por suprimirla es por donde empezaron los Gobiernos a abrirse camino. Los jueces obligados a renunciar en una provincia porque habían colmado la medida de lo arbitrario y de lo inocuo, son buscados, reclamados por el Gobierno de otras, porque su misma ductilidad y falta de conciencia constituye para ellos una recomendación”

“… los gobiernos tenían que forjarse una apariencia de partido. Pero ¿cómo? Con dinero o cosa que lo valiera, empleos a manos puercas, concesiones leoninas, empréstitos despilfarrados, bancos saqueables y toda la seguidilla”

    “Era, si, el coronel D., ex gobernador de Catamarca, y pude haberlo adivinado antes, sirviéndome de base el curioso criterio político con que juzgaba la actual situación de su provincia, en un todo semejante al que hizo notable su gobierno y conquistó para sus colaboradores y parte de sus administradores el título de ‘beduinos’. Declaraba el coronel desdeñosamente que la oposición, el descontento, las agitaciones, la revolución, todo no era más que choque de intereses entre los que ambicionan una diputación o una senaduría nacional. No hacía sino repetir sus memorables palabras al general Donovan cuando, incomodado durante su gobierno por las críticas que sus actos provocaban, le dijo con toda seriedad: – Voy a pedirle al presidente Roca que le de a Catamarca un senador y dos diputados más, para contentar a todo el mundo”

“… un núcleo de gente descontenta, mal gobernada y bien esquilmada, y un puñado de gente ávida y rapaz que gobierna y esquilma…”

 

    “Tan negra por lo menos como San Benito y mucho menos santa, la situación actual de Catamarca no puede inspirar confianza a nadie. Para inspirarla tendría que aclararse un poco, milagro difícil porque su negrura nace de muchas y diversas causas, entre las cuales los pésimos gobiernos son, a un mismo tiempo, causa y consecuencia. La pobreza, la falta de agua, la dificultad y carestía de las comunicaciones, hacen de esta provincia lo que es: un núcleo de gente descontenta, mal gobernada y bien esquilmada, y un puñado de gente ávida y rapaz que gobierna y esquilma. Los productos de la agricultura y la minería sucumben hoy en la lucha con los fletes de los ferrocarriles; la ganadería desfallece bajo el peso de los impuestos chilenos a la introducción de haciendas; el mismo mercado de Tucumán flaquea por falta de numerarios; el trabajador tiene que sobrellevar una vida estrecha y mezquina, y el propietario sabe apenas cómo sostenerse. La pobreza del pueblo tendría, necesariamente, que determinar la marcha económica de su gobierno, si para algo sirviera la lógica; pero no es así; no satisfechas con la subvención nacional que apuntala artificialmente su autonomía, y con la poca renta que podrían recoger sin desangrar al productor, las administraciones provinciales –de alguna manera hay que llamarlas- han hecho recurso de todo, y aún cobrarían hasta por el derecho de respirar, para mantener el mayor número de empleados, pues estos son casi sus únicos partidarios, la ‘opinión’ que los rodea y sostiene”

“- Voy a pedirle al presidente Roca que le de a Catamarca un senador y dos diputados más, para contentar a todo el mundo”

“Y es lo curioso que todos, punto más, punto menos, coinciden en la manera de apreciar la situación, muy conforme con los datos preparatorios que yo llevaba de Buenos Aires y que pueden sintetizarse así: un gobierno de familia, evidentemente y exclusivamente de familia, supresor de las pocas libertades que aún quedaban, con una legislatura de línea, una suprema corte sierva del ejecutivo, una municipalidad sin autonomía ni contralor algunos, una policía convertida en mesnada en la capital y en cuadrilla en los departamentos, un sistema impositivo y rentístico tal, que muchos propietarios de fincas tienen que pagar al fisco más de lo que ellas producen”

“Algo más lejos está el depósito de las aguas corrientes alimentado por un largo canal de ladrillo que va hasta la Quebrada del Tala: este canal, construido a expensas del gobierno de la nación es, en gran trecho, una ruina, y no por acción del tiempo ni por motivos justificables, sino porque los ingenieros, al hacerlo, se olvidaron de calcular la fuerza del agua, y ésta, a las primeras de cambio, se burló del caminito y echó a correr por donde se le dio la gana”

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